5 ene 2014

Este es mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento. He puesto sobre él mi espíritu; él traerá justicia a las naciones.
“No gritará, no alzará su voz ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo que se extingue por medio de la verdad traerá la justicia.
“No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra la justicia. Las costas esperarán su ley. (Isaías 42:1-4).
Este pasaje es totalmente sobre Jesús. El Espíritu Santo se había movido sobre el profeta Isaías para traer una revelación de como sería Jesús cuando venga. Y la apertura de palabra de Isaías aquí, “Contemplen,” señala a sus oyentes: “Preparense para una nueva revelación sobre el Mesias.”
La imagen que viene en foco de estos cuatro versos es clara: Cristo no vino a forzar a la gente a que lo escuchen. El no vendría con clamor alto o ruidoso; Él vendría como un Salvador tierno, amoroso.
Vemos el cumplimiento de la profecía de Isaías en Mateo 12. Los fariseos habían llevado a cabo un consejo para planificar como matarían a Jesús, todo porque él había curado a un hombre con una mano seca durante el día de reposo. Mateo nos dice “cuando Jesús lo supo [descubrió] se fue” (12:15).
Cristo no respondió con ira. No lo vemos gritando contra los que planificaron su muerte. El no fue como los discípulos, quienes querían llamar fuego contra sus oponentes, aunque Cristo pudo haber hecho eso. Él pudo haber llamado una legión de Ángeles para que se encargaran de sus enemigos. Pero Jesús no le interesaba vengarse.
Era este espíritu tierno, dice Mateo, que revela el cumplimiento de la profecía de Isaías: “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz.” (Mateo 12:19).
Isaías estaba diciendo, en esencia, “El Salvador no viene a forzar a nadie a que entre en su reino. El no viene como una personalidad fuerte, bulliciosa y abrumadora. No, lo escucharas hablar con una voz quieta y apacible en tu hombre interior.
Así que, ¿qué hizo Jesús después que se fue silenciosamente de Jerusalén? Mateo dice que inmediatamente se fue a las afueras de la ciudad y continuó sanando a todos los que le rodeaban: “Lo siguió mucha gente, y sanaba a todos,” (12:15)
Mientras buscamos a través de los relatos del evangelio, somos impresionados por el número de veces que Jesús realizó milagros pero instruyó a la gente, “No le digan a nadie de esto. No dejen que esta noticia se extienda al extranjero.” Después de sanar a dos hombres ciegos, Cristo les dijo a los hombres que se guarden el milagro para ellos mismos: “Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: --Mirad que nadie lo sepa.” (9:30). Después que alimentó a una multitud de 5,000 y la gente trató de forzarlo a que fuera rey, “volvió a retirarse al monte solo.” (Juan 6:14-15).


Ves, Jesús no quería que la gente lo siguieran por sus milagros. Él quería que su devoción fuera porque sus tiernas palabras habían capturado sus corazones. Él quería que toda la humanidad, incluyendo cada generación futura, supiera que el vino al mundo no como juez, sino como Salvador: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:17)

Jesús mismo nació en una sociedad cascada

Jesús vino a una sociedad plagada por hipocresía y pecado rampante. Al mirar la condición de la nación, lloró sobre Jerusalén, profetizando que su casa sería desolada. Sin embargo, le dio esa sociedad 70 años mas de predicación de la Palabra. Y esos años estarían llenos de testigos ungidos del Espíritu en las calles, realizando milagros, predicando esperanza y arrepentimiento, y haciendo un llamado poderoso al reino. Jesús simplemente no rompería la caña cascada en que Israel se había convertido.

Nuestros hijos están siendo cascados por familias quebrantadas, abuso y violación. Los adolescentes son magullados por la inmoralidad, materialismo y entumecimiento. Satanás ha desatado una oleada de maldad en la tierra, y ha dejado a su paso un pueblo doblado y cascado.
Mucha de la iglesia tiene este mismo espíritu magullado.
Cada semana, cristianos sinceros y devotos van a la iglesia a levantar sus voces y sus manos en alabanza al Señor. Pero muchas de estas mismas personas han sido heridas profundamente y están cerca del punto de ruptura. El fuego en sus corazones se ha disminuido tanto que todo lo que se puede ver en su vida es un poco de humo.predicación sobre el pecado o lo justo. Están confundidos, preguntándose, “¿Dónde puedo encontrar alabanza verdadera?” No hay sentido de la presencia de Cristo aquí. No hay quebrantamiento.” y arrepentimiento.

La palabra “cascada” tiene un número de definiciones. Significa herido, aporreado en pedazos, teniendo sentimientos heridos, aplastados por expectaciones no realizadas. En mi espíritu siento que hoy mucha de la gente de Dios necesita una Palabra sobre las misericordias tiernas del Salvador, porque ellos mismos se han convertido en cañas cascadas.

Cada semana, cristianos sinceros y devotos van a la iglesia a levantar sus voces y sus manos en alabanza al Señor. Pero muchas de estas mismas personas han sido heridas profundamente y están cerca del punto de ruptura. El fuego en sus corazones se ha disminuido tanto que todo lo que se puede ver en su vida es un poco de humo.

Si quieres ver un ejemplo bíblico de alguien que fue herido hondamente en cuerpo y espíritu considera al profeta Elías. Este hombre fue llevado hasta el punto de ruptura absoluta.
Elías conocía a Dios y oyó su voz como pocas personas lo han hecho. Sus plegarias abrieron y cerraron los cielos. Él tuvo tal autoridad espiritual que sin miedo enfrentó a 400 sacerdotes idolatras de Baal y los mató a todos por sí solo. Estaba tan lleno del Espíritu de Dios que superó una carroza por un trecho de veinte millas.

Sin embargo, después de todas estas proezas, Elías recibió noticia que la malvada Reina Jezabel lo estaba persiguiendo para matarlo. El temor sobrecogió al poderoso profeta, y la próxima vez que lo vemos estaba exhausto debajo de un árbol de enebro cansado y desalentado.

El poderoso siervo de Dios estaba mentalmente y físicamente herido. Elías debió de haber pensado: “¿Por qué me está pasando esto a mí? La mano de Dios ha estado sobre mi vida todos estos años, y lo he visto realizar milagro tras milagro. Pero ahora estoy enfrentando una situación desesperante, y me está probando más allá de toda mi capacidad humana.

Este mismo hombre, quien una vez enfrentó los poderes del infierno e hizo bajar el fuego de Dios, ahora lloraba angustiosamente: “Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (I Reyes 19:4). Elías se quebranto, llorando “Señor, no aguanto más.”

Algunos están aun ahora llorando bajo el árbolde enebro de Elías, demasiado cansados para orar.

Quizás estás en este lugar de dolor, en un punto de quebrantamiento absoluto. Has vivido como un siervo fiel, has orado diligentemente y has conocido la voz de Dios. Has ganado victorias en el pasado y amas profundamente al Señor. Pero ahora estás profundamente herido, herido como nunca antes, y no puedes tan siquiera orar.Piensas: “He buscado a Dios fielmente, he estudiado su Palabra, he orado diligentemente. Sin embargo, esta prueba ha venido de la nada y mi alma ha sido doblada más de lo que he visto en mi vida.” Ahora todas tus lágrimas se han secado.

Te ves y te sientes cansado, desalentado, rechazado y solo. Como Elías, estás doblado bajo un árbol de enebro desalentado y angustiado aguantándote por la vida.Amados, este caminar cristiano es guerra. Significa batallas, cansancio, heridas y un enemigo feroz que busca destruirte. Cuando estás desalentado y herido como lo estaba Elías, te pones soñoliento.
Y es exactamente entonces cuando eres vulnerable a pensamientos de condenación. Tu tierna conciencia te dice:“No estas orando como lo hacías antes. No estudias la Palabra lo suficiente. Estas seco y tibio, tu fuego se está apagando y simplemente no eres un buen testimonio.

Ahora has permitido que Satanás te robe la paz que Dios te dio. No tienes lo que se necesita. Tu naturaleza carnal no ha cambiado después de todo.”Después de esto, la Palabra te probara. Esto es lo que le pasó a José: nos han dicho que hasta que llego su tiempo pautado, la Palabra del Señor lo probó. Y ahora estaba pasando con Elías también. De la misma manera, cuando entramos en nuestro lugar de ser heridos o cascados, nuestro punto de absoluto quebrantamiento, también nos pasara a nosotros. Nuestra conciencia nos golpeara con la Palabra que escondimos en nuestros corazones.Piénsalo.

A través de la Escritura leemos, “No seas flojo. Ora ferviente y seriamente, con todo lo que esta dentro de ti, buscándolo mientras él pueda ser hallado. Entrégate a la oración y a la Palabra. Redime el tiempo. Ten cuidado con la vagancia de las vírgenes insensatas. Dios dice que su gente le ha olvidado por días sin fin.”Todos estos pasajes y principios vienen corriendo a nuestras mentes durante nuestro tiempo de prueba. Y pensamos: “He defraudado a mi Señor.

No he obedecido su Palabra.” Tu fe tambaleante es la mecha que esta ardiendo, y el diablo esta deseoso de apagarlo.Como Elías, estas tan cansado y desalentado, que todo lo quieres hacer es dormir.
La Escritura dice que eso es justamente lo que este piadoso hombre de Dios hizo: acostarse y dormir. (1 Reyes 19:5). Simplemente no podía sobrellevar mas esa carga.¿Entonces, qué sucedió? Regresó el ángel de Jehová …y tocó a (Elías), y dijo, Levántate y come, porque largo camino te resta.” (19:7)
Aquí esta una palabra increíble para cada caña cascada que esta leyendo este mensaje. No importa cuan herido estés, cuan golpeado estés por tu inundación de prueba. Dios te ha hecho una promesa: “No serás quebrantado. No permitiré que tu llama se extinga.
Tu fe no se apagará.”Querido hermano (a), este mensaje es para ti desde el cielo.
Estas siendo tocado por una palabra que te llama: “Levántate ahora. Dios no está enojado contigo. Y no permitirá que caigas. Él sabe que esta situación es demasiado para ti.
Él te proveerá con fuerza supernatural.
Él te dará lo que necesitas para seguir hacia adelante.Sobre cuarenta días y noches, Elías fue lentamente restaurado. Día a día, continuó con solamente fuerza suficiente para cada DIA. Finalmente, llegó la hora cuando el Señor dijo: “¿Qué estas hacienda escondido en esta cueva Elías? No puedo dejar que te acomodes en este tipo de angustiar y ver como consume tu vida. Te he restaurado con paciencia amorosa. Y ahora te daré dirección.”

¿Qué palabra necesitas escuchar para sacarte de tu cueva?

¿Esperas oír una palabra áspera, agotadora en medio de tu condición herida? La Escritura dice que durante el tiempo que Elías estuvo en la cueva, “un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento.” (1 Reyes19:11). Dios no estaba en ese mensaje.

¿Esperas que tu alma sea sacudida por un llamado fuerte a despertarte? “Tras el viento hubo un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto.” (19:11). ¿Esperas oír una palabra ardiente? “Tras el terremoto hubo un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. (19:12).

Dios sabe exactamente el tipo de palabra que necesitas oír cuando estás herido. Y no es una palabra de condenación, ni una palabra dura, ni un sermón al rojo vivo. Creo que el Señor nos está diciendo en este pasaje, “Cuando estas doblado por tus pruebas, no te trataré duramente.” No, Elías necesitaba oír una voz sueva, apacible: “Y tras el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado.” (9:12). Algunos manuscritos traducen esta frase como “un soplo apacible, queriendo decir, “una brisa sueva, refrescante.”

Esa misma voz apacible y queda, viene del corazón del Padre hoy. Y su mensaje es el mismo: “y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (Santiago 5:11).

“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia. No contenderá para siempre ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras maldades ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados, porque, como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.” (Salmo 103:8-11, 13).

Aquí tienes tu palabra de liberación: ¡Levántate y confía! El tiempo ha llegado en que creas que Jesús está contigo en tu tormenta. El te dará la fuerza para sobrellevarlo.

No creas la mentira que vas a ser aplastado. El diablo no vencerá. El Señor ha dicho, “No importa cuan herido te sientas, no permitiré que seas derrotado. No permitiere que el fuego se apague. Mi espíritu va a soplar los rescoldos y tu llama por mí volverá otra vez.”.

Bendito sea el Señor quien nos alienta a seguir adelante!






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